Investigación sugiere que la menopausia no es sinónimo de problemas de salud mental

Una reciente investigación coordinada por especialistas del Brigham and Women's Hospital, vinculado a Harvard, junto con colaboradores de diversas partes del mundo, ha arrojado luz sobre la relación entre la menopausia y la salud mental. Publicada en la revista científica The Lancet, este estudio es el tercero de una serie dedicada a examinar diversos aspectos de la menopausia.

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Los hallazgos indican que la creencia ampliamente extendida sobre el aumento del riesgo de trastornos mentales durante la menopausia podría no ser tan precisa como se pensaba. Según este análisis, no existe evidencia sólida de que la menopausia sea un factor que eleve de manera significativa el riesgo de padecer enfermedades mentales como la depresión clínica, la ansiedad, el trastorno bipolar o la psicosis. Esta conclusión se basa en la revisión de estudios previos que han evaluado la incidencia de estos trastornos en personas que atraviesan esta etapa.

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El informe destaca que las personas sin antecedentes de depresión mayor tienen pocas probabilidades de experimentar un primer episodio de esta condición durante la transición a la menopausia. No obstante, se identificaron factores de riesgo específicos que pueden influir en la salud mental durante este período, como experiencias previas de depresión, alteraciones severas del sueño relacionadas con sofocos nocturnos, y la presencia de eventos vitales estresantes.

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La investigación también aborda el impacto de las expectativas negativas sobre las mujeres que se acercan a la edad mediana, sugiriendo que estas podrían contribuir a un diagnóstico y tratamiento tardíos al atribuir erróneamente los síntomas psicológicos a la menopausia. Los autores del estudio enfatizan la importancia de no asumir automáticamente una conexión entre los cambios de salud mental y la transición menopáusica sin considerar el historial médico y las circunstancias de vida de la paciente.

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Además, el estudio señala que la menopausia se produce, en promedio, a los 47 años y puede extenderse por un periodo de cuatro a diez años. Durante este tiempo, también se pueden presentar desafíos significativos y cambios en la vida que contribuyen a la complejidad de identificar las causas exactas de la angustia psicológica.

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