La tendencia hacia la legalización del cannabis ha ganado terreno en numerosos paises con un alto porcentaje ya permitiendo su uso médico y un creciente número dando luz verde a su uso recreativo. No obstante, su creciente aceptación legal no garantiza su inocuidad, especialmente en lo que concierne a la salud cerebral.
Una presentación virtual reciente destacó la importancia de comprender cómo y cuándo consumimos sustancias, ya que puede tener un impacto directo en nuestro cerebro. Esta ponencia formó parte de una colaboración entre el Centro de Derecho, Cerebro y Comportamiento del Hospital General de Massachusetts y un reconocido centro de políticas de derecho de salud de la Facultad de Derecho de Harvard.
Si bien históricamente han existido discrepancias raciales en las detenciones y sanciones relacionadas con el cannabis, impulsando movimientos hacia la legalización, la ciencia aún tiene preguntas sin responder sobre sus efectos.
El cannabis es una planta con una amplia variedad de compuestos, conteniendo más de 500 sustancias químicas. Estos compuestos interactúan con el cerebro humano de maneras diversas, especialmente considerando que nuestro cerebro ya tiene sus propios cannabinoides, vitales para la comunicación celular.
Las fases de desarrollo, como la adolescencia y el desarrollo prenatal, son particularmente vulnerables a las interacciones con sustancias externas. La introducción de cannabis durante estas etapas puede tener consecuencias en el desarrollo neurológico.
El cannabis contemporáneo presenta concentraciones más altas de THC que en el pasado, lo cual puede tener implicaciones adicionales en el cerebro. Es fundamental tener en cuenta que el cannabis es una planta compleja, y mientras que ciertos compuestos pueden tener efectos específicos, otros, como el CBD, pueden actuar de manera diferente.
Con la creciente aceptación del cannabis, la necesidad de investigar más profundamente sus implicaciones para la salud cerebral es esencial.
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