Durante la madrugada del 20 de enero, una explosión causada por dinamita dañó la fachada de la fiscalía en Trujillo, al norte de Perú, dejando al menos dos personas heridas.
Este incidente ocurrió en una región que enfrenta altos niveles de actividad delictiva y está bajo estado de emergencia desde hace meses debido al incremento del crimen organizado y la minería ilegal.
Las primeras investigaciones indican que la dinamita utilizada en el ataque podría tener origen en operaciones de minería ilegal.
Este sector ha crecido en el país, impulsado por los altos precios del oro, lo que ha generado un aumento de conflictos relacionados con la criminalidad.
Tras el incidente, se reactivó el debate en torno a una ley que habría facilitado la detención de presuntos delincuentes, la cual fue vetada por el gobierno.
La normativa buscaba restablecer la detención preliminar, pero el veto se justificó por preocupaciones sobre la protección del debido proceso. El Congreso aún podría revertir esta decisión o proponer modificaciones.
El gobierno anunció que la policía y el ejército asumirán el control de Trujillo como parte de las medidas de seguridad tras el ataque.
Mientras tanto, las autoridades investigan el incidente como una posible amenaza vinculada al crimen organizado.